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Yoga para supervivientes de violencia de género

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En 1993, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer”, en la que definía ésta como: “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”.

En la Declaración se dice también que la violencia contra la mujer abarca “la violencia física, sexual y psicológica que se produce en el seno de la familia y en la comunidad en general, incluidas las palizas, el abuso sexual de niñas, la violencia relacionada con la dote, la violación marital, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales dañinas para la mujer, la violencia no conyugal y la violencia relacionada con la explotación, el acoso sexual y la intimidación en el trabajo, en las instituciones educativas y en cualquier otro lugar, el tráfico de mujeres, la prostitución forzada y la violencia perpetrada o tolerada por el Estado”. A todas estas formas de violencia se les denomina “violencia de género” y es aquella ejercida por los hombres contra las mujeres por el mero hecho de serlo.

 

El estudio Women's Health and Domestic Violence Against Women es el primero realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y pone de manifiesto que la ejercida por la pareja es la forma de violencia más común en la vida de las mujeres. En este estudio se describen las gravísimas consecuencias para la salud y el bienestar de las mujeres.

Consecuencias de la violencia en la salud física y psíquica de las mujeres:

Además de las lesiones más evidentes, incluida la muerte, los problemas físicos asociados a este tipo de violencia son los problemas musculoesqueléticos como el dolor crónico de cuello o espalda, los trastornos gastrointestinales y digestivos como el síndrome de colon irritable, los trastornos ginecológicos incluidas las enfermedades de transmisión sexual, e incluso síntomas neurológicos recurrentes como jaquecas o migrañas.

Las consecuencias en la salud psíquica de las mujeres, en este ámbito la cantidad de datos disponibles es todavía mucho mayor. Las mujeres que sufren violencia de sus parejas o exparejas, presentan más síntomas depresivos, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, baja autoestima e ideación suicida que aquellas mujeres que no sufren esta violencia. Igualmente, el maltrato se ha asociado a un mayor consumo de psicofármacos, y también al uso y abuso de sustancias perjudiciales para la salud, como el tabaco, el alcohol y las dogas ilegales, probablemente utilizados como estrategia de afrontamiento.

¿Qué es yoga?

La palabra yoga significa literalmente “unión”. Dentro de esta unión estaríamos refiriéndonos a la unión de nuestra consciencia individual con la consciencia universal. Llegando a alcanzar una perfecta armonía entre la mente, el cuerpo, la persona y la naturaleza.

El yoga pretende superar o erradicar los distintos tipos de sufrimientos, es su objetivo principal, que las personas que lo practiquen lleguen a un estado de calma y armonía. 

¿Cómo puede ayudar el yoga a mujeres supervivientes de violencia de género?

La práctica de yoga es una herramienta de transformación del cuerpo físico y psicológico. La combinación de los distintos métodos que se dan en la práctica favorece los procesos metabólicos y anabólicos y mejora la circulación de energía, oxigenando el cuerpo

Reduce el estrés y la ansiedad.

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Los problemas de salud psicológica como estrés, depresión, ansiedad, etc son comunes en víctimas de violencia de género. Un estudio de Thirthalli y Naveen (2013) demuestra que el tratamiento con yoga reduce los niveles de cortisol, una hormona que se libera en respuesta al estrés.

El cortisol es necesario para el cuerpo ya que regula y moviliza la energía en situaciones estresantes, si tenemos demasiado o aumenta en situaciones que no lo necesitamos, produce muchos efectos secundarios. Practicando yoga podemos bajar los niveles de esta hormona, y, por tanto, reducir el estrés.

Mejora el sueño.

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La serotonina es un neurotransmisor que deriva de un aminoácido llamado triptófano. Envía mensajes dentro del cerebro y a través del sistema nervioso, y participa en muchos procesos como el de regular el humor o el apetito. Además, una de sus labores principales es aumentar la producción de melatonina, una hormona que regula los ciclos del sueño.

Para conseguir un descanso apacible, asimismo, la serotonina interviene en el control del estrés y la temperatura corporal. “La práctica del yoga aumenta los niveles de serotonina por lo que ayuda a dormir mejor”.

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Mejora el estado de ánimo.

Beneficios:

Como hemos comentado en el punto anterior, la serotonina, también regula el estado anímico. Niveles bajos de serotonina se asocian a conductas depresivas y obsesivas. 

La práctica regular de yoga, produce mejoras significativas en pacientes con depresión aumentando la serotonina, debido a la parte de práctica física (asana) y a la práctica de respiraciones conscientes y equilibrantes de los diferentes tipos de energía (paranayamas).

Otro neurotransmisor que parece influir en este aspecto es el GABA ya que los bajos niveles de este están relacionados con ansiedad y depresión.

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Mejora la concentración.

Los practicantes de yoga mejoran la concentración, coordinación, tiempo de reacción, memoria, el aprendizaje y muestran una mayor habilidad para resolver problemas.

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Aumenta la segregación de dopamina y oxitocina.

El aumento de estas hormonas nos ayuda a sentirnos más relajadas y preparadas para gestionar mejor nuestras emociones y los acontecimientos estresantes que padecemos. La práctica de asana (posturas) y pranayama (respiración) aumenta de forma considerable la segregación de ambas.

Yoga sensible al trauma

Desde el yoga sensible al trauma se pretende acompañar en el proceso de sanación a personas que han experimentado situaciones especialmente dolorosas, creando un espacio seguro y confortable para poder ayudarlas a curar las heridas emocionales que traen consigo. 

El trauma es una “herida psicológica” que puede ser provocada por diversas situaciones, éstas suelen sobrepasar las experiencias habituales con las que lidiamos en el día a día, desencadenando situaciones estresantes (estresores) que nos desestabilizan. 

Es por eso que suele existir una desconexión con el cuerpo físico, hay mucho dolor ligado a este espacio. Por eso es necesario crear una reconexión segura y consciente que se puede conseguir a través del yoga sensible al trauma. 

¿Cómo trabajamos en yoga sensible al trauma?

Crear un espacio que aporte seguridad y confianza a las participantes de las clases. Aunque las prácticas de yoga son guiadas se hará siempre desde el respeto y la escucha, nunca desde el mandato o la imposición, manteniendo un lenguaje que invite a la participación y a la comodidad dentro de la clase. 

Con supervivientes de violencia de género no se llevarán a cabo ajustes corporales, tampoco se utilizará música. Se evita toda acción que pueda provocar algún tipo de regresión a situaciones violentas.

Los tipos de asanas que se realizarán son específicos para fomentar el enraizamiento y la conexión con ellas mismas, se trabajan posturas que incrementen la confianza y por ende fomenten su autoestima, como pueden ser las posturas de pie. También se hace hincapié en trabajar con extensiones de columna, este grupo de asanas está estrechamente ligado con la aceptación, algo esencial para la curación.  Las secuencias están siempre adaptadas al grupo y dentro de cada asana se dan distintas posibilidades de profundización. 

 

Lo mismo pasa con los pranayamas (respiración), nunca se utilizarán en estas clases pranayamas demasiado energizantes, se podrán en marcha ejercicios respiratorios basados en equilibrar las energías. 

Aquí la persona que guía la clase es una acompañante, no juzga, invita a que en este espacio exploren sus emociones y se sientan libres y en paz. 

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